Ciclovías, inmigrantes y reliquias del futuro: 4 reflexiones sobre arquitectura y ciudad en Holanda

A fines de noviembre pasado tuvimos el privilegio de visitar Holanda (Países Bajos) gracias a la invitación que recibimos por parte del Het Nieuwe Instituut (HNI): viajando entre Ámsterdam, Rotterdam y el hermoso poblado de Radio Kootwijk nos empapamos de la cultura holandesa, observando y pensando en voz alta, llenándonos de dudas e intentando resolverlas de regreso a casa.

Por eso mismo, queremos compartir con ustedes una serie de reflexiones personales sobre la arquitectura y el urbanismo desde Holanda, creyendo que a partir de pequeños detalles podemos hablar de los grandes temas.

Hablaremos sobre entender el éxito de sus 32.000 kilómetros de ciclovías, la importancia de los inmigrantes en su actual gastronomía, el infierno de los barcos durante siglos y que terminó convertido en aeropuerto, las nuevas tipologías arquitectónicas en vías de extinción y los actuales experimentos de materiales con huella de carbono negativa.

Después del salto, una invitación a observar y dejar de turistear.

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1. No sirven 32.000 kilómetros de ciclovías si no existe la multimodalidad
(Y por qué Amsterdam y Rotterdam tienen ese 'dam' al final)

Estacionamiento de mútliples pisos frente a los muelles, puentes para ciclistas, la Estación Central de Ámsterdam y la Basílica de San Nicolás. Image © Steve Cadman [Flickr CC]

Es una tarde sabatina de invierno y el reloj que corona la Estación Central de Ámsterdam anuncia que son las 15.30, mientras una brisa fría recorre entre las miles de personas que se cruzan al salir y al entrar en la estación intermodal: ciclistas estacionándose, tranvías a la espera de nuevos pasajeros, taxistas apoyados sobre sus automóviles esperando a turistas, familias arribando con sus maletas para viajar a Rotterdam, La Haya, Bélgica o Londres.

Salir de la estación permiten presenciar ese idealizado esteoreotipo de la ciudad holandesa -bastante explotado y exportado como referente para el resto de las ciudades alrededor del mundo. Y sí, en Holanda funcionan las ciclovías. Y bastante bien, pero tal como no podemos entender aisladamente, tal como el éxito de la educación finesa sin lograr asociarlo en parte a la presión cultural de Rusia, o el compromiso por un mejor desarrollo urbanístico de Medellín sin comprender el hastío contra el narcotráfico en los noventa o el éxito de la arquitectura latinoamericana modesta y creativa sin reconocer la eterna escasez de recursos y materiales para su construcción.

Protestas masivas en Holanda en contra de la dominación de los autos. Image vía Plataforma Urbana

Con 32.000 kilómetros de ciclovías tampoco podemos entender la fuerza de la infraestructura ciclista en Europa sin reconocer que las ciudades europeas jamás fueron pensadas (ni planificadas) para albergar automóviles ni toda la infraestructura vial que implica construir en función del crecimiento del parque automotriz en centros históricos estrechos.

Holanda es un gran ejemplo: desde el siglo XI ha librado una batalla contra el mar ganándole terreno poco a poco: el 26% del país está bajo el nivel del mar, incluyendo el sitio del actual aeropuerto de Schiphol (infierno de barcos o cemeterio de barcos en holandés, debido a los múltiples naufragios ocurridos cuando "todo esto era mar"). Asimismo, Ámsterdam y Rotterdam son el exitoso resultado tras los esfuerzos de sus primeros habitantes al querer evitar los reiterados desbordes de los ríos Amstel y Rotte, conteniéndolos con diques ('dam') en el siglo XI y XIII, respectivamente.

Vista áerea de Ámsterdam, según Jan Micker alrededor de 1652. Image © Fentener van Vlissingen [Wiki CC]

Si bien se ha consolidado el mito sobre que las autoridades holandesas entendieron este mensaje desde el comienzo, la verdad es que hasta los años 70, sus calles estaban tan abarrotadas de automóviles como las nuestras hoy en día. Sin embargo, uno de los grandes detonadores de esta nueva mentalidad fue la exigencia de la ciudadanía durante esa década (y la Crisis del Petróleo de 1973 como telón de fondo), tras las altas tasas de accidentes vehiculares, las desigualdades en infraestructuras de transporte y la infravaloración de la movilidad en dos ruedas.

Ciclista en Ámsterdam. Image © José Manuel Ríos Valiente [Flickr CC]

Este movimiento forzó a las autoridades a pensar en una red de transporte multimodal e interregional lo suficiente atractiva, inclusiva y continua como para, entre otras cosas, desincentivar el uso del automóvil. No fue moda. Y si bien hoy los turistas pueden sentirse holandeses moviéndose en bicicleta por el centro histórico, los locales han hecho de la multimodalidad algo fundamental: tomar el tranvía para llegar a la estación central y subir a un bus, un barco, un taxi o esperar el tren para ir a cualquier otra ciudad de Holanda y Europa con una única tarjeta de transporte.

He ahí el secreto.

Propuesta gubernamental de vías segmentadas para bicicletas (verde), buses/trenes ligeros (azul) y automóviles (rojo), además de zona amarilla, prioridad para peatones. Image vía PlanAmsterdam 1-2013

2. La influencia inmigrante no sólo influye en la carta gastronómica turística de Holanda, sino también es parte de su riqueza urbana
(O el por qué debemos agradecer que los holandeses almuercen un sándwich con leche)

Tienda comercial en el barrio De Wallen, en el centro histórico de Ámsterdam. Image © siebe [Flickr CC]

En días en que las turbulencias económicas y sociales dan alas al populismo nacionalista, xenófobo e islamofóbo en Europa, es bueno conocer ciudades como Ámsterdam y apreciar cómo una ciudad rica en identidades, etnias, idiomas e intereses se vuelve (aún) más atractiva.

Un potente ejemplo se da en la cultura gastronómica holandesa: el almuerzo promedio es muy similar en apariencia a un desayuno e incluso se reconoce públicamente lo reducido de su tamaño, al punto que ciertos expertos se han quejado que entre niños de primaria es común comer muy poco o derechamente no almorzar. Considerando este escenario, es difícil encontrar restaurantes de comida típicamente holandesa. O sea, los hay, pero se trata de comer algo en la calle, (algo que llamaríamos 'refrigerio' en culturas donde la comida también cumple un rol social e identitario), pero no almorzar o cenar, como podemos entenderlo en Latinoamérica y España. Sin embargo, ese aparente vacío cultural, turístico (y sobre todo, comercial) ha sido cubierto por los inmigrantes, quienes ya representan el 11% de la población total de Holanda, según la OCDE.

vía Dutchfood.about.com

Ya existe una consolidada Chinatown en el centro histórico de Ámsterdam, donde los locales de excelsos quesos y vinos comparten vereda con restaurantes de comida china, vietnamita, surinamesa (Suriman fue colonia holandesa hasta 1975), española y hasta argentina, abundante en carnes a la parrilla. Entonces, si otras ciudades explotan su cultura gastronómica de tenedor y cuchillo, la carencia de una cultura gastronómica local que potencie las comidas centrales en Ámsterdam y Rotterdam es suplida por el aporte de inmigrantes, quienes suman nuevos aromas, sabores, rituales, idiomas y tradiciones, desbordando los principales barrios turísticos de sus ciudades, y entregándole una nueva riqueza cultural.

La conviviencia de las culturas gastronómicas en Holanda. Image vía Wikipedia CC + Earth Pulse

En momentos en que algunos temen por la supuesta contaminación de sus culturas por influencias extranjeras, es bueno recordar a Holanda: a raíz de la décima edición del Benno Premsela Lecture en Ámsterdam, conversamos con Mark Wigley, teórico y decano emérito del GSAPP de la Universidad de Columbia, quien señaló: "la violencia contra el inmigrante significa violencia contra el otro. Contra la persona que no es como tú". ¿Por qué? Según Wigley, es "miedo de la vida cosmopolita, miedo del mundo en el que vivimos, miedo de la complejidad y la diversidad. Es sobre miedo y control".

Este cruce culinario ayuda a ahuyentar el miedo.

Bazar, multicultural restaurant en Rotterdam que refleja la multiculturalidad de las principales ciudades holandesas. Image © Dominik Morbitzer [CC]

3. Lo que asumimos contemporáneo puede ser la reliquia del futuro.
(O por qué algunas tipologías arquitectónicas son como la industria discográfica)

Radio Kootwijk: edificio A. Image © beefortytwo [Flickr CC]

A 91 kilómetros al oeste de Ámsterdam entre frondosos bosques se encuentra Radio Kootwijk, un pequeño pueblo de 120 habitantes, levantado entre 1917 y 1918 a raíz de la construcción de un avanzado complejo comunicacional para albergar un transmisor de largo alcance que permitiera al, en ese entonces, neutral imperio holandés (neerlandés) comunicarse con una de sus colonias en ultramar, las India Orientales Holandesas (actual Indonesia), cuando finalizaba la Primera Guerra Mundial.

A 17 años de la primera transmisión transatlántica radial de Guglielmo Marconi, el complejo de Radio Kootwijk consistía en una gran antena compuesta por seis torres de 212 metros de alto cada una (consideremos que en 1916 el Woolworth Building era el edificio más alto del mundo con 214 metros). En el corazón de este sistema radial, fue levantada una bella estación de radio diseñada por el arquitecto holandés Julius Maria Luthmann bajo los preceptos del art decó y construida en hormigón reforzado, la cual albergaba dependencias administrativas en el primer nivel (planta baja); la maquinaria necesaria para llevar a cabo las transmisiones en el segundo y en la azotea, un mirador con vista panorámica a los espesos bosques que rodean al poblado.

Radio Kootwijk: edificio A, posterior. Image © hans905 [Flickr CC]

A comienzos del siglo XX fue necesario concebir una nueva tipología arquitectónica ante las nuevas necesidades de infraestructura, respondiendo al avance de la radiocomunicación. Esta inédita arquitectura se vio reflejada en obras construidas -todas optimistas e ideologizadas en el contexto de las guerras mundiales-, aparentemente sin referencias formales directas. De hecho, en el caso de Radio Kootwijk, Luthmann se inspiró formalmente en las efigies egipcias.

Radio Kootwijk: edificio A. Image © Petra van der Ree [Flickr CC]

Sin embargo, tras décadas de funcionamiento, y ante el crecimiento sostenido de la televisión, en 2004 Radio Kootwijk perdió toda su capacidad de transmisión. Actualmente sus vecinos buscan una reformulación programática que le devuelva la vida tanto a su arquitectura como al pueblo. Y si bien hoy nos puede parecer obvia su obsolescencia, también damos por hecho que nuestro mundo y sus tipologías se mantendrán incólumes por mucho tiempo más. No obstante, constantemente nos estamos enfrentando a desapariciones y sobre todo, reformulaciones de tipologías contemporáneas: bibliotecas, colegios, infraestructura de desechos y residuos, represas, mega centros comerciales y obviamente, autopistas.

Como muestra del auge y caída de los ciclos arquitectónicos, un buen ejemplo es compararlo con los ingresos de la industria discográfica según formato de música entre 1973 y 2009: cuando un nuevo formato crece y alcanza su peak, a pesar de las resistencias de quienes desconfían o nunca se adaptaron, su inevitable caída es signo del surgimiento de otros nuevos formatos. Y esos nuevos formatos implican generar y reconocer nuevos ciclos, nuevos conocimientos. Como en una carrera colectiva, el vinilo cedió ante el cassette, y éste al CD, y éste a su vez, a los videos (VHS, DVD, Blu-Ray) y ahora, estos al formato digital. El ciclo se repite.

Radio Kootwijk: edificio A, interior reacondicionado para concierto Concert voor War Child. Image © webted [Flickr CC]

Incluso el teórico resurgimiento de estos formatos están fuertemente cargados de nostalgia, sólo son son cortos revivals si es que no surgen como reformulaciones. Son romanticismos, idealizaciones sobre el pasado si es que se siguen leyendo bajo la óptica de hace tres décadas. Ya lo decía Lewis Mumford: "cada generación se rebela contra sus padres y se hace amiga con sus abuelos". En la arquitectura -y en cualquier disciplina-, algunas tipologías/formatos/dispositivos alcanzan su peak bajo ciertas condiciones y contextos económicos, sociales, políticos, intelectuales y conceptuales que los avalaron y fomentaron.

Quién sabe, quizás seguimos proyectando tipologías en vías de extinción.

Radio Kootwijk: edificio A, interior reacondicionado para festival Grasnapolsky. Image © Rene Passet [Flickr CC]

4. Debemos prepararnos para nuevos materiales, nuevas técnicas y una nueva sociedad
O el cómo la impresión 3D puede transformar los puertos

3D Print Canal House: en Ámsterdam se levanta la primera vivienda levantada a partir de bloques creados en impresión 3D. Image vía Dus Architects

El New Material Award es un premio anual otorgado por el Het Nieuwe Instituut, cuyo Jurado escoge entre 16 propuestas nominadas, creadas por diseñadores, artistas y arquitectos, quienes son desafiados a presentar nuevos diseños que incorporen la utilización de nuevos materiales y técnicas innovadoras que contribuyan a una mejor sociedad.

En una elección que resultó particularmente difícil, todos los proyectos competían en dos categorías (New Material Award y New Material Fellow). La calidad de las propuestas eran de primer nivel: nos encontramos con trajes que limpian la contaminación (BB.Suit), una nueva joyería que reemplazaba el marfil por dientes de leche (Ivorish); el primer edificio en Holanda construido por impresión 3D en manos de DUS architects; un nuevo bioplástico a partir de escarabajos muertos (Coleoptera), bellas estructuras 3D sometidas a procesos de petrificación, cuya calidad, textura y color depende de las condiciones atmosféricas locales (CaCO3 Stoneware); organismos vivos impresos en 3D -el hongo mycelium- que en contacto con materiales locales su proceso de descomposición crea mobiliario con huella de carbono negativo (Mycelium Project) y Aera Fabrica, una serie de piezas que combinan modelado 3D y modelado por soplado, propuesta ganadora del New Material Fellow, actualmente en proceso de desarrollo e investigación.

Mycelium Project. Image vía Het Nieuwe Instituut

Ese complicado equilibrio entre funcionalidad, estética y sustentabilidad es el futuro (o al menos sus primeros pasos) no sólo de los materiales, sino también de la disciplina y nuestra formación: se siendo tan confiados en la intersección entre ciencia, diseño, arte y tecnología, que el premio finalmente estimula a buscar soluciones más allá de los límites de sus propias disciplinas y ésa es la principal lección.

Mientras en Holanda -y el resto de Europa- son puestos a prueba nuevos materiales y técnicas, en Latinoamérica, África y Asia -nosotros, el Sur Global- los mismos materiales de siempre, originalmente despreciados por el establishment arquitectónico local, ahora son respetados, sus técnicas son puestas en valor y comienzan los desafíos por alcanzar nuevas escalas y ahondar en una arquitectura con identidad local.

Agradecimientos al equipo del Het Nieuwe Instituut, James Taylor-Foster -Editor de ArchDaily- y especialmente a Joyce Hanssen.

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Sobre este autor/a
Cita: Nicolás Valencia. "Ciclovías, inmigrantes y reliquias del futuro: 4 reflexiones sobre arquitectura y ciudad en Holanda" 26 mar 2015. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/759798/4-reflexiones-sobre-arquitectura-y-ciudad-en-holanda> ISSN 0719-8914

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